El peor día de mi vida

Esta noche el cielo está en silencio.

No hay lucecitas intermitentes de aviones volando entre las estrellas.
Mirar al cielo es ver la inmensa soledad sideral. Como la veían los astrónomos egipcios hace miles de años. Incluso, y sin ir tan lejos, como la veían nuestros abuelos hace tan solo 70 años.

El primer aviador que realizó un vuelo nocturno fue el francés Emilio Aubrun, un 30 de marzo de 1910.

Desde entonces las noches se han ido llenando de aviones que cruzan el cielo, confundiendo el brillo de sus luces con el de las estrellas.

¿A dónde irá ese vuelo? ¿De dónde vendrá?

Y te imaginas a los pasajeros dormitando a diez mil metros de altura y a las azafatas recogiendo las bandejitas de las cenas y a los pilotos relajados en su cabina.

Pero esta noche no hay aviones en el cielo. Las cenizas del volcán Eyjafjälla se han esparcido por la atmósfera, sin anunciarlo previamente. Y muchas vidas han cambiado.

También aquel 11S lo cambió casi todo. Como lo cambiaría una explosión atómica en Londres o el impacto de un meteorito gigante sobre la Tierra.

La sacudida que hemos experimentado con la explosión del volcán Eyjafjälla en Islandia, nos viene bien para asumir que la vida es un regalo que tomamos por descontado, como lo NORMAL, pero que puede alterarse brutalmente por algo inesperado.

El jueves, día 16 de abril de 2010, la Madre Naturaleza nos mostró quién manda aquí.

Ese día, y otros que han seguido, están siendo para algunas personas EL PEOR DÍA DE SU VIDA.

Repentinamente tomamos conciencia de lo que significa no saber cuándo llegarás a tu destino porque un volcán impide volar a los aviones. Planes truncados, encuentros fallidos, negocios desbaratados, amores interrumpidos, momentos desesperados…

¡Volar! Algo que forma parte de lo cotidiano, como la electricidad, el agua caliente, o el teléfono… repentinamente lo valoramos como uno de los bienes más preciados de nuestra civilización.

Hoy me planteo, y planteo, a quien quiera responder, una pregunta.

Cualquier respuesta servirá para reflexionar sobre la FRAGILIDAD de algunas cosas que valoramos como imprescindibles y que, sin ellas, nuestra vida sería menos vivible…

Y esta es la pregunta:

Si te dieran a elegir entre estas DOS cosas que podrían DEJAR DE EXISTIR ¿cuál de las dos crees que, al desaparecer, haría cambiar más la VIDA?

ELIGE: El transporte aéreo o Internet.

Enjuto Mojamuto, el notable personaje de Muchachada Nui, ya conoció el peor día de su vida…

http://www.youtube.com/watch?v=pvgNB1ND-jM

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2 comentarios

  1. Querido Juanjo,
    Para responder a tu pregunta concreta, voy a darte una respuesta concreta: Volar.

    Y me baso en un criterio que creo tan válido como cualquier otro: el de la CALIDAD de la comunicación. Me explico:

    Tanto Internet como los aviones son medios que nos poner en contacto con otras personas y otras situaciones. Internet ha revolucionado las comunicaciones. Y creo que lo ha hecho en el sentido de cantidad: tenemos más interrelación, pero de menos calado. Sin embargo, volar te da la posiblidad de VIVIR con otras personas, de CONOCER realmente otros lugares.

    Ya digo que es un criterio como cualquier otro. Siento contradecir al gran Enjuto pero hoy tengo ganas de polémica…

  2. Juanjo,
    qué bonita reflexión y me atrevo a responder..
    Leyendo algunas noticias hoy, veo que se ha podido ‘continuar’ el día a día (pese a la inmovilidad) gracias a Internet. Ejemplo de ello es esta noticia que nos cuenta cómo el primer ministro noruego dirige el´país desde su iPad: http://ow.ly/1AaJh

    de todas formas, lo que veo más importante como respuesta es que sin duda, lo que puede hacer cambiar más la vida, NO es la imposibilidad de volar o la imposibilidad de comunicarnos globalmente: sino que sería ‘la muerte del hombre’, de la concepción que reflexionas de darnos cuenta de lo que SOMOS, pese a lo que TENEMOS: debemos sentirnos hombres, vivos y disfrutar cada día del regalo de la vida y no perder de vista que la vida ‘per se’ es lo más importante.
    Gracias una vez más por tus reflexiones.
    Marta

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