¡Sonríe, por favor! No pongas esa cara…

Hoy he llevado unos zapatos a arreglar, he ido a sacar copias en papel de las fotos del IPod, he comprado unos vaqueros de rebajas, he estado en la Fnac y he encontrado el DVD de «E.T.». Luego he tomado en un bar un pincho de huevo con gamba y una cervecita…

Total, que he pasado una estupenda mañana de agosto haciendo lo que me ha dado la gana y llevando la sonrisa puesta.

¡La gente necesita sonrisas! Tenemos que sonreír. Repartir sonrisas. A todas horas, en todas partes, en cualquier circunstancia. Incluso al municipal que te agarra «in fraganti» hablando por el móvil mientras conduces…

¡Sonríe, por favor! Las sonrisas devuelven sonrisas.

Y si acompañas tu sonrisa de unas palabras amables, incluso halagadoras, mucho mejor.

Cuando le dices a la persona que te ha atendido en una tienda, o incluso por teléfono, algo así como «mil gracias; eres un encanto», dejas en su corazón esa chispita de felicidad que arregla un mal día y que le ayuda, además, a ser mejor. Un sencillo reconocimiento es un gran premio,  un estímulo para nuestra seguridad personal y profesional. 

     – “Es que soy muy tímido. Me da como vergüenza… No me sale decir cosas agradables a la gente”.

Lo puedo entender. Pero esa timidez es algo que se supera superándose ¡Inténtalo! Hazme caso. Practica la sonrisa y la amabilidad. Sus efectos son inmediatos. Lo notarás en ti mismo y en los demás.

Es tan fácil que parece mentira. No sé cómo tantas personas van por la vida con el ceño entre paréntesis, agrios de expresión, serios y exigentes, metiendo bronca por cualquier cosa…  No han entendido nada. O es que su debilidad emocional es tan fuerte que les delata.

También es posible que sea cosa de educación. De ausencia de buena educación quiero decir. O sea, carencia del conocimiento de los principios, universalmente reconocidos, sobre lo que hace crecer las buenas relaciones entre las personas.

En algunas culturas, como en algunas familias, la simpatía y la amabilidad brillan por su ausencia.  En cambio practican la severidad, la rigidez, la cortedad, la intolerancia…

A mi la vida me demuestra cada día el inmenso poder de las sonrisas. Con ellas se logra hasta lo que parece imposible. Puedo afirmarlo.

De lo contrario, de la sequedad y de las malas formas, sé que a veces también funciona, pero la experiencia demuestra que, a la larga y a la corta, da mucho peor resultado.  Puedo afirmarlo igualmente.     

En fin. Hoy he hecho, sonriendo, esas cosas que apetece hacer de vacaciones. Y he regresado a casa, además, con regalo de muchas sonrisas.

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