¿Te gusta escribir? ¡Nunca antes habías escrito tanto…!

Correo electrónico, sms, Facebook, Linkedin, Twitter, blogs, informes, briefings, messenger, chats, búsquedas por Internet, Google, Wikipedia, Youtube…

¡Todo por escrito!

El mundo es audiovisual pero todavía nos relacionamos escribiendo. ¡Y leyendo, aunque se diga que la gente lee poco…!

Google tiene una aplicación para el iPhone que permite hacer «búsquedas por voz» pero, la verdad, a mí me resulta más efectivo el método tradicional. Me entiendo mejor con el buscador cuando le escribo las expresiones, los conceptos, las palabras…

El lenguaje escrito es clave en nuestra sociedad. Sin embargo, el sistema educativo español pone poco empeño en enseñar a redactar. ¡Y ya no digamos a hablar…!

No ocurre lo mismo en otros países.

La directora de un colegio británico me comentaba:

“Desde parvulario trabajamos mucho la expresión oral y escrita. Importa que los pequeños imaginen historias y se acostumbren a relatarlas delante de los otros niños. Que aprendan muy pronto a comunicar sus ideas con seguridad.»

En la UNED, Universidad a Distancia, un profesor explicaba hace unos días los problemas de redacción que encuentran en muchos trabajos de los alumnos:

 «…Se presentan incluso tesis doctorales que carecen de una mínima calidad de expresión. Nos encontramos con una tremenda falta de base, sobre todo en los jóvenes. Se expresan muy mal. ¡Y redactan fatal!»

Carmen Posadas, premio Planeta 1998, y su hermano Gervasio, también escritor además de publicista, han creado un «Taller de escritura» online, www.yoquieroescribir.com

“Lo que nos decidió a mi hermano y a mí a crear esta Escuela online para escritores- explica Carmen– fue la cantidad de personas que me preguntaban: ¿Cómo puedo aprender a escribir?

Escribir tiene una parte de talento que no se puede adquirir pero existe también una parte de oficio que sí se puede aprender. El único modo de vencer el temor a empezar a escribir es ¡empezar a escribir! Y eso es lo que hacen nuestros alumnos. ¡Y los resultados son estupendos!»

Gervasio Posadas añade:

«La comunicación está hoy presente en toda nuestra vida, tanto profesional como personal. Cada vez más personas son conscientes de sus limitaciones. Y por eso vienen a nuestros Talleres. ¡Incluso nos están pidiendo cursos para aprender a hablar en público!»

El buen uso de LA PALABRA tiene ahora más valor que nunca. Cualquier otra habilidad que poseamos, técnica, científica, artística o del ámbito que sea, se diluye si no somos capaces de trasmitirla con precisión y claridad a los demás.

Y si logramos que nuestras palabras “pasen primero por el corazón antes de hacerlo por la cabeza», como hacía Carlos Cano con sus canciones, emitirán además emoción y eso es lo que le da LA FUERZA.

¿Te gusta comunicar? Entonces añade siempre unas gotas de pasión a todo lo que digas o escribas. Eso también se puede aprender… Creo…

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Facebook te pregunta qué estás pensando, no qué estás haciendo…

– “Comiendo una paella.”

– “Metiendo a los niños en la cama.”

– “De compras con las amigas.”

– “De camino a Valencia y lloviendo.”

– “Desvelado…”

Ya hay expertos que anuncian la saturación de las redes sociales antes de que se hayan consolidado como soporte de publicidad. A la tele le llevó más de 20 años aburrirnos…

Yo, y no soy el único, empiezo a sentirme abrumado por el torrente de comunicación que diariamente tengo que gestionar en Facebook, Linkedin, Twitter…

La información útil que descubro es enorme… pero también la basura de mensajes sin sentido, sin interés, sin nada que decir… ¡Y pido perdón por si yo he cometido o cometo el mismo error!

Para no contribuir más a la generación de tanto desparrame quisiera, humildemente, escribir o retwittear cosas que puedan aportar algún interés social, económico, digital, innovador, tecnológico, humano, educativo… que ayuden a las personas a mejorar. ¡Ojalá lo consiga en una  gran parte de las ocasiones!

No sé a otras personas cuánto tiempo les ocupa cada día estar presentes y seguir lo que ocurre en las redes sociales. A mí, el recorrer los mensajes para separar el grano de la paja, me supone muchos, muchos minutos que tengo que quitar de alguna de mis actividades… o de los ratos de descanso… ¡Genera bastante stressss!

A lo que sacan de nosotros las tecnologías con el móvil, el portátil, el iPad… estirando nuestra vida profesional 365 días al año, ahora se han añadido las redes sociales que, por otra parte, son inevitables. Llega un momento en que tu mujer te dice:

– «¡Ya sólo te falta estar contestando emails con la Blackberry en el cine…!»

Escribir un mensaje bien estructurado, y más si sólo tiene 140 caracteres como en Twitter, no se puede hacer de cualquier manera y ¡allá va eso!

¿Es tan difícil ponerse en el lugar del que lo va a recibir o leer? Debe serlo…

Hay demasiadas cosas que le gustan a quien las emite o las sube a Facebook… Pero no es fácil siempre responder con un «me gusta» sincero…

En fin, que estaría bien que pensáramos en la “polución ambiental virtual” que podemos estar introduciendo en las redes sociales generando un inútil consumo de tiempo y corriendo el riesgo de hacerlas «cansinas»…

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¿Tienes en cuenta el rastro que estás dejando en Internet?

Mi cuñado Curro tiene una memoria prodigiosa. No sólo recuerda detalles minúsculos de su vida si no también de la vida de los otros.

Cenando ayer con él, saludó en el restaurante a un amigo que no veía desde hacía 20 años. ¡Lo dejó boquiabierto!

-Pero ¿cómo es posible que te acuerdes de tantos detalles, de nombres, fechas, momentos… de mi propia familia? -le preguntó su amigo.

-Una memoria como la mía -respondió Curro-  tiene el gran inconveniente de que recuerdas todo, incluso lo malo…y eso a veces hace sufrir…

El memorión de mi cuñado me hizo pensar en “La Memoria Imborrable de Internet”, el Gran Poder del Siglo XXI. Después, quién sabe…

Internet lo archiva todo. Y Google lo encuentra… O Yahoo, o Microsoft…

Eric Schmidt, Consejero Delegado de Google, decía en una entrevista publicada en agosto por «The Wall Street Journal» que en el futuro algunos jóvenes querrán tener el derecho de cambiar sus nombres para borrar el rastro que dejaron en las redes sociales y en los navegadores…

El mal uso que, a veces, se hace de estas cosas tan a nuestro alcance, puede tener en el futuro consecuencias demoledoras para nuestra «reputación personal». De hecho ya las están teniendo para algunos que han perdido una oportunidad laboral o no han sido aceptados en algún centro docente, o se les ha escapado un acuerdo comercial…  

Hoy escribes en el buscador el nombre de una persona que acabas de conocer o que quieres contratar y te encuentras con inesperadas sorpresas: noticias que le incluyen en actividades no muy claras, negocios que no conocías, procesos judiciales, opiniones manifestadas… Cosas que están ahí, imborrables, en la Red.

Ya no hay Agencia de Protección de Datos que valga ni Derecho a la intimidad que nos proteja. Nada escapa a Internet. Para lo bueno y para lo malo.

Cuidar de nuestra reputación personal en Internet es ya un tema de relevante actualidad. Las grandes marcas ya están ocupándose seriamente de ello.

Para empezar, el sistema educativo debería incluir una nueva asignatura que enseñe a los jóvenes, desde la ESO, el uso responsable de Internet, Facebook, Tuenti, Twitter, Tumblr… y lo que vaya viniendo… teniendo en cuenta la huella digital que dejamos detrás y sus impredecibles efectos.

La naturaleza nos ha proporcionado a los humanos un cerebro con memoria para almacenar recuerdos pero también con la capacidad de olvidarlos… ¡Afortunadamente! Porque olvidar es imprescindible para nuestra salud mental.

Pero La Red no olvida. No borra nada… Al menos, por el momento.

Deberíamos pedir a los colegios y universidades en los que estudian o estudiarán nuestros hijos, sobrinos, nietos… que les enseñen el buen uso de Internet y de las redes sociales para defenderse de la Memoria Eterna de Internet. Asignatura obligada para estos tiempos.

Estudiar historia sigue siendo importante, pero resulta que ahora nosotros escribimos en Internet la nuestra propia y puede quedar registrada para siempre. A no ser que algo cambie.

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