Políticos Low Cost

Ver a Sarkozy, Merkel y Cia desembarcar en la cumbre de Berlín, Bruselas o en cualquier otra es un auténtico espectáculo.

Cientos de cámaras inmortalizando el momento. Sonrisas, saludos, cochazos, ceremonia…

¡Parecen estrellas de Hollywood entrando en el Festival de Cannes!

Pero estas cumbres no son el Festival de Cannes, y los asuntos que llevan allí a nuestros dirigentes exigen otra respetuosa contención y no esa exhibición que vemos por la tele.

Lo de Berlín, Bruselas, etc. sale de nuestras deudas, rescates y etcéteras. Lo de Cannes no.

Con Obama, la puesta en escena es aún más ostentosa aunque eso vaya a cargo de su propia deuda y de la FED.

Pero todo está relacionado en este mundo global.

La cosa resulta perturbadora y más en estos tiempos. Sin ir tan lejos, y a otra escala,  también ocurre algo parecido con algunos de nuestros eventos políticos.

Lo de que hay ahorrar en coches oficiales, tan de actualidad, es la punta de un iceberg con más calado.

La «clase» política se considera una «clase especial». Son como «derechohabientes» de ciertos privilegios que otras «clases» sociales y profesionales no disfrutamos.

Y no ocurre sólo en nuestro país. Oía hace unos días a un conocido político que respondía a unas críticas sobre sus viajes en business class. Decía:

 “Claro, es que volar todas las semanas a Bruselas es un esfuerzo que requiere unas mínimas condiciones de confort...”

Los empresarios, que también constituyen una «clase» y vuelan tanto, o más, que esos políticos, viajan poco en business. Y, si lo hacen, en la mayoría de los casos, es por acumulación de «puntos de Iberia» o porque, de tanto ir y venir, la compañía aérea les regala un up grade en su billete de turista.

La amenaza terrorista provoca, sin duda, una sobre-dimensión del aparato que rodea a los políticos. Exige un montaje que, además, altera trágicamente su vida personal y familiar de quienes lo soportan. Y produce un gasto difícil de evitar si no cambian las causas que lo ocasionan. Que se lo pregunten, sin ir más lejos, a los que lo viven en directo en el País Vasco…

Pero una cosa son las cuestiones de la protección personal y otra los excesos innecesarios de otra índole, que no voy a detallar y que resultan muy visibles para la gente normal.

Da envidia ver a concejales, parlamentarios y miembros del gobierno… de países del norte de Europa llegar en bicis, tranvías, buses y trenes sin más compañía que una cartera para su termo de café, su sandwich, su iPad y algunos documentos oficiales.

En esos países de fríos inviernos la conciencia de la «clase» política se ha asimilado con la «clase» trabajadora por cultura y modo de vida.

Un político es un trabajador público y todos lo entienden así.

Un político debería ejercer su profesión como lo hace un director general en una empresa, un director financiero, o cualquier responsable social…

En estos tiempos difíciles los empresarios y profesionales, en gran medida, son ya parte de la «clase» trabajadora. Además de la dureza en su trabajo, tienen que practicar un low cost intensivo.

Los políticos deberían recibir cursos acelerados para aplicar en su vida profesional y personal una cultura low cost propia de trabajadores públicos.

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Vacaciones de verano para los que tienen curro.

Vacaciones de verano.

Cruceros por el Báltico, hoteles en la República Dominicana, vuelos a paraisos cercanos… Sueños al alcance de la Visa.

Algunos anuncios ofenden sin quererlo.

Pienso en esas personas que el año pasado por estas fechas, veían ofertas de viajes en la TV y hacían planes. Este año hacen zapping y se saltan los anuncios porque ojos que no ven, corazón que no siente. ¡Aunque sí siente!

Nuestro mundo está hecho para los que pueden pagárselo. Pero compartimos las mismas tentaciones los que se lo pueden permitir y los que casi todo les resulta inalcanzable.

¡Esta sociedad es un milagro! O pensamos que en ella puede ocurrir el milagro. Por eso vienen a nosotros hasta en patera. Es que hay lugares peores de los que escapar y donde los milagros nunca suceden.

¡Debemos empujar el consumo para que la economía crezca, dicen los economistas!

Incitar a consumir tiene cierta indecencia si uno piensa en los que lo están pasando mal. Pero todo se mueve en el mismo cauce y una cosa alimenta a la otra y asi sucesivamente.

La publicidad de caribes, islas griegas y playas de Levante, aunque apunte a su «target», alcanza también al padre de familia en paro. Y eso es lo que ofende quizás.

No es inocuo, la verdad. No es inocuo estimular el consumo sin padecer por los que perdieron su trabajo y ven oscuro el porvenir.

Aunque da energía ver a gente que para salir adelante, a pesar de las vacas flacas, no se resigna. Gente que dice sí a trabajos que otros no quieren. Gente que saca tiempo y ganas de estudiar para dar un cambio de rumbo a sus vidas cuando la oportunidad surja. Y esa oportunidad a ellos sí les llegará .

Nuestra sociedad es para los ambiciosos. Y para los que combaten y ponen los medios para recuperar sus ambiciones.

En estos tiempos en los que algunas ambiciones resultan inaccesibles para muchos, ciertas tentaciones publicitarias pueden herir la sensibilidad social. Creo. Y más en tiempos de vacaciones de verano siempre soñadas.

De todas formas algún alivio nos ha dado la Selección Española de futbol ganando el mundial. Estas emociones no arreglan la vida pero calman los nervios….

¡Y vaya usted a saber si una sobredosis de optimismo como esta empuja a todo el pais hacia adelante!

Puede ser que sí.

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