Mi matrimonio ha resultado de larga duración. Ha crecido contra viento y marea como esas secuoyas del Yosemite Park, tan anormalmente longevas que ya existían cuando se construyeron las Pirámides…
Hoy no es cosa frecuente aguantar mucho tiempo «a» la misma pareja o «con» la misma pareja y menos «contra» la misma pareja. Por eso más del 50% de los matrimonios se separa.
Entre los que continúan, algunos lo hacen por diferentes conveniencias. Otros envueltos en sarcasmos, reproches y peleas, pero unidos por inexplicables y poderosas ataduras. Los menos porque saben ir dando forma al amor que es algo que cambia como la vida misma, como cambian las células de nuestro cuerpo o los sentimientos del alma.
Los humanos padecemos la enfermedad epidémica de la «Resistencia a la convivencia en pareja». Si la dejas avanzar, resulta mortal. La mayoría de las parejas, en uno u otro momento, la sufrimos.
Algunos remedios ayudan a paliarla; no siempre a curarla. Por ejemplo acompañar al otro sin empujarle, respetarle, sonreir, compartir lo justo y necesario, superar el egoísmo, dejar espacios, entender la libertad.
Hay que ser muy persistente con el tratamiento. En realidad no debe interrumpirse nunca.
Vivir en pareja requiere paciencia y constancia. Y creatividad para cuando decae la ilusión poder inventar otras nuevas.
Si nos sometiéramos a un «análisis de compatibilidad» antes de elegir vivir juntos, en muchas ocasiones daría «error».
Pero no. No nos sometemos a ese test y elegimos desde la pasión o desde la razón, pero sin ninguna seguridad de que la cosa funcione.
Ese sí que es un gran tema: ¿qué elementos influyen y tienen peso en la elección de la pareja? El amor, el enamoramiento… sí. Pero hay más cosas que forman parte, consciente o inconcientemente, de la decisión.
Y uno se sube al tren de vivir juntos con la locomotora de la ilusión del para siempre. Luego se van enganchando al tren vagones y más vagones: los hijos, la suegra, la hipoteca, el curro, las dudas, las infidelidades, el dinero, las enfermedades, la familia, las nueras, los yernos, los nietos, etcétera, etcétera… y el ciclo continúa..
Con tantos vagones el tren se hace pesado y a la locomotora de la ilusión, a veces, le cuesta remontar las pendientes. En esos momentos es cuando alguno decide apearse del tren…
Por eso hay que añadir permanentemente a la caldera de la locomotora más combustible de optimismo, de buen humor, de implicación, de compromiso, de responsabilidad, de integración, de generosidad, de alegría, de superación…
Ese puede ser, quizás, el mejor pegamento para unir a una pareja decidida a empujar en la misma dirección.
Creo que no hay mucho más.
4 comentarios
una aporatación de pixar al tema, que además de emocionar es sencillamente genial:
http://www.youtube.com/watch?v=VTOuJsYmO_M&feature=player_embedded#at=240
estoy muy de acuerdo con lo que dices, especialmente en lo de que hay que «dejar espacio» para el otro, «su» espacio; con el tiempo uno se da cuenta de que la pareja tiene que ver más con la intersección de conjuntos que con la unión de conjuntos; y tiene que haber espacio (y tiempo) para la pareja y para cada uno de los miembros de la pareja, para seguir creciendo juntos y poder seguir compartiendo cosas.
¡No se puede explicar mejor!
Cada vez más el corto plazo es el juez supremo, de manera que sólo es bueno aquello que resulta fácil y de lo q se obtiene un resultado inmediato. Ya no se lleva ceder, porque sería claudicar; ni compartir porque sería perder libertad…
Mucha gente joven que se casó pensando que «se iba de piso de estudiantes», se está separando al comprobar que no «era oro todo lo que relucía». El resultado es una creciente población de eternos insatisfechos que buscan la felicidad fuera de si mismos, donde desgraciadamente, nunca la encontrarán.
Ya sabes Juanjo… te sigo leyendo.
..´completamente de acuerdo contigo en la dosis de alegría.
no debe ser un «te amo porque me haces feliz», sino un «soy feliz, porque te amo»: dar mas y esperar menos. cada vez me gusta menos la ‘esperanza’ y me gusta más la ‘voluntad’: ser activo, hasta en el amar.
Nunca he estado muy de acuerdo en el amor bajo el concepto de ‘carencia’ (deseo): te amo y te deso porque me faltas o no te ‘tengo’. el amor lo concibo desde lo que no falta, sin carencias.
Gracias por tu post una vez mas, querido Juanjo: «Soy feliz, porque te leo» 🙂