AUSENCIA

He estado muchas semanas ausente de mi blog.

Cada momento tiene sus afanes y, por ocuparme con más empeño de las cosas de comer, he dejado aparcadas reflexiones y emociones que irán saliendo poco a poco del garaje.

Estos tiempos requieren más empeño para empujar a las empresas a las que pertenezco. Para impulsar y atender nuevos proyectos. Para escuchar y tratar de ayudar a emprendedores y empresarios. Para estudiar sin pausa y seguir siendo aprendiz más que maestro y no dejar de estar vigente.

También son tiempos para que me invada mi entrañable familia, porque la vida hay que vivirla cuando sucede. Y porque pasa como un misil.

Y si la dejas pasar, luego te quedas con la nostalgia de las fotos y los vídeos de tu madre, de tu mujer, de tus hijos y de esos nietos que se han hecho mayores de repente… Entonces aparece la melancolía de los pasos perdidos.

Hay veces que uno tiene que estar para unas cosas y otras toca estar en otras. Aunque, cuantos más años te caen encima, al menos a mí me sucede, parece que puedes atender más y más frentes a la vez.

-“Pero… ¿tú qué te metes para no parar quieto?” me preguntan.

Pues lo que me meto son vitaminas de ganas de vida, tratando de no ausentarme de nada, o de casi nada, y sintiendo cada día el regalo del amanecer.

Si piensas que puedes vivir, al menos, 90 años, pero valiéndote por ti mismo, claro, y sigues echando cuentas para descubrir que 90 años no son nada ya que solo contienen ¡32.850 días!, te quedas absorto.

Y luego, si a eso le restas los años ya vividos, o te entra la angustia vital o te propones sacarle partido a cada milisegundo.

Pero lo malo es que no cabe todo lo que meterías en un día y de algunas cosas te ausentas. Aunque no quieras.

Hasta te ausentas de ti mismo, cosa de lo más delicada…

-«¡Es que no sabes decir que NO!» De eso me acusan. Pero no me importa porque lo que me gusta de verdad es decir SÍ… Aunque me falten horas.

De todas formas hay un tiempo propio e intransferible que uno se lo debe. Y esa deuda no se puede dejar de atender.

Ausentarse de uno mismo es ausentarte de nuestro ser interior y eso puede ser muy delicado e manejar.

Ese tiempo hay que robárselo a uno mismo. Es el fertilizante de tu pensamiento y la regadera que alimenta nuestra capacidad de ser nosotros mismos; y sentirte bien y poder seguir diciendo “Sí” pese a que quizás haya algunos “No” inevitables.

Para mí encontrar tiempo para escribir es otro “Sí” que tengo necesidad de recuperar y una ausencia a evitar. Porque escribiendo renaces y se convierte en una terapia que enriquece tu alma y tranquiliza tu espíritu.

Es necesario, cuando ya no hay otro modo, robarte a ti mismo de tu tiempo, aunque se tenga que cometer la pequeña crueldad de quitárselo a otro.

¡En ello te va la vida misma! Por tanto, sé un poco cruel por tu propio bien.

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El Amor de mi perro

«Spot» fue un regalo que le hizo su novia a mi hijo Gonzalo.

-¡Vaya regalo envenenado! le decía yo. ¡Ya verás lo que es ocuparse de él, organizarte entre sus pises y cacas, no poder ir y venir a tus anchas, y con quién lo dejas si te surge un viaje, etc…!

Total, que «Spot» entró por la puerta de casa de mi hijo y le cambió la vida. Y, de paso, la de toda la familia.

Aquel peludo cachorro de Bearded Collie llenó de ternura el corazón de Gonzalo y de compañía sus paseos, sus escapadas de surf a Francia, su stress en las reuniones sabiendo que el perro llevaba diez horas sin salir…

Olivia y Gonzalo se casaron. Y vino Nicolás. Y «Spot» cuidaba de él como un hermano mayor.

-¿Os importa quedaros con el perro este fin de semana?
-¿Puede estar unos días en vuestra casa que me voy de viaje?
– Cuando nazca Carla, si pudierais tener a «Spot» las primeras semanas…

Total, que entre una cosa y otra, «Spot» se acostumbró a tener dos casas. Y dos dueños.

Al principio le costaba separarse de Gonzalo. Se quedaba tristón y medio deprimido. Pero terminó haciéndose a la idea. Y a que su casa, en realidad, fuera la mía. Y al revuelo de la familia alrededor. Y al disfrute de nuestros paseos nocturnos.  Y a tumbarse en el jardín como una vaca debajo de la lluvia. Y a correr detrás de sus palos y balones…

– ¡A mí me hubiera gustado reencarnarme en Spot! comentaba un amigo…

«Spot» es el perro de Gonzalo, pero también el mío. Eso lo hemos tenido claro los tres.

¿Por qué se puede querer tanto a un perro?

Yo creo que por el Amor sin reservas que te da, por la alegría de su alegría, porque te acompaña, porque responde, porque te hace sentir que te quiere, porque le importas, porque te necesita pero no exige, porque nunca está de mal humor, porque te perdona sin reservas,  porque iría contigo al fin del mundo sin preguntar, porque te lo dice todo sin pronunciar palabra… Y porque la Naturaleza ha hecho las cosas así de prodigiosas.

Esto quizás lo entiendan quienes han tenido al lado un buen amigo perro. Comprendo que les pueda parecer una idiotez a los que no.

El día de Navidad, 25 de Diciembre, «Spot» murió a las 8’ de la tarde, después de una mala neumonía y de 10 entrañables años. Gonzalo, mi cuñado René y yo estuvimos con él. Los tres días y sus tres noches anteriores transcurrieron entre la esperanza y los malos presagios.

Ahora tengo un agujero en el alma y los espacios que ha ocupado en mi vida están vacíos. Le echo de menos en todos los lugares de la casa, en todos los momentos, en todos los silencios. Pero no en mi corazón.

Hemos llorado a «Spot» más que a un amigo, porque ha sido más que un amigo.

Así de inolvidable, sorprendente y aleccionador puede ser el Amor que te deja un perro compañero.

Necesitaremos un tiempo para recomponernos de su ausencia.

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LA AUSENCIA

Ausencia
La imagen de la ausencia segun Google

En «El País» del 26 de noviembre de 2007, Vicente Verdú en su columna hablaba de Internet “en pleno apogeo de lo virtual”. El título del artículo era «El extraño auge de la ausencia.»

Han transcurrido más de dos años. En este tiempo se ha producido la impresionante penetración de las redes sociales.

Leyendo ahora lo que observaba Vicente Verdú en 2007, me pregunto ¿qué ha cambiado desde entonces? Voy a reproducir algunos párrafos de aquel artículo.

«La sensación actual de ausencia -dice- se relaciona con la nueva condición de la política, la banalización del sexo, la indiferencia del arte, la trivialización general del saber…”

«El mundo de la Red, como gigantesco paradigma de nuestro tiempo, coincide con el absoluto imperio de la AUSENCIA. Los nexos personales o comerciales, las webs sociales, Google o las Wikipedia, crean el nuevo universo basado en el juicio de la muchedumbre, un saber magmático e inseguro como corresponde a la ausencia de autoridad en el conocimiento…”

«Centenares de millones de personas en Myspace, Google o Youtube, todas ellas sumándose como intangibles en el planeta de la ausencia.”

«…crece la fantasía de una felicidad basada en la variedad, la aventura simulada y la surtida composición del tiempo libre. Libre u ocioso. Desocupado o vacío.»

«Así el tiempo ausente va convirtiéndose en lo más propicio para conseguir el simulacro de un yo más o menos diferente o tuneado.»

Una visión, cuando menos, inquietante. Y una pregunta sobre lo que puede significar en algunas vidas la presencia en las redes sociales: ¿Cuánto más presentes… más ausentes?

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