¿Nadie te escucha?

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¿Estás o no estás?

Creo que Facebook, Twitter… y muchas otras y desconocidas redes sociales, como Mail.ru, Vkontakte.ru… y vete a saber las de los más lejanos confines de la tierra, crecen y crecen porque su profunda esencia está basada en un sentimiento muy humano: la necesidad de que te escuchen.

Los psicólogos, los psiquiatras, los confesores, los coachers… son escuchadores profesionales. Curan escuchando.

Lograr que a uno le escuchen tiene su cosa. Resultar «interesante” de escuchar es un cóctel de sabiduría, inteligencia, originalidad, creatividad, expresividad, tono, timbre, volumen… y seducción. O quizás todo sea seducción.

A veces, cantar y tocar la guitarra es eficaz para atraer la atención… Pero sólo funciona en contados momentos.

Ahora Facebook, Twetter, Xing, Linkedin, etc., etc., han puesto a nuestra disposición millones de orejitas escuchadoras.

Las redes sociales se han convertido, en cierta manera, en terapeutas del «nadiemescucha.com».

Por primera vez millones de personas tienen ¡¡¡AUDIENCIA!!! Y, además, ¡¡¡RESPUESTAS!!!

A la sordera universal que padecemos, las redes sociales han hecho la gran aportación de permitirnos «decir» sabiendo que alguien «escucha».

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¡¡Vivir 100 años!!

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Sí creo que, a pesar de las grandes amenazas que se ciernen sobre el destino de nuestro planeta, los niños que ahora tienen dos, tres, cuatro… años, van a poder vivir 100 años.

Y eso a pesar de lo que dicen los glaciólogos de que el Océano Glacial Ártico perderá el hielo antes del 2030.

O a pesar de que otras investigaciones concluyen que, por esa misma, causa entraremos en otra glaciación ya que el agua dulce que aportará al mar el deshielo hará descender su salinidad y eso interrumpirá la corriente cálida del Golfo, que suaviza la temperatura en el norte del planeta.

A pesar de incertidumbres y contradicciones humanas y científicas como éstas, creo en el Hombre que, con el desarrollo exponencial de la tecnología, será capaz de poner remedio a los desastres que ocasiona.

Yo creo más en las esperanzas que en las hecatombes anunciadas.

Creo, por ejemplo, a Damon Matthews, de la Universidad de Concordia (Canadá), que afirma que antes de 45 años habrá un escudo de geoingeniería que bloqueará las radiaciones solares y el calentamiento global.

Y también creo a Ken Caldeira, climatólogo de Carnegie Institution (Washington), que sostiene que gran parte de las necesidades de energía eléctrica del planeta se obtendrán de los vientos huracanados de la alta atmósfera antes del 2040.

Y me convence James Canton, fundador del Institute for Global Futures (San Francisco) cuando dice que la nanotecnología podrá destruir las células cancerosas antes del 2025 y que todos dispondremos de nuestro ADN individual para, por ejemplo, regenerar nuestra memoria.

También me convence el Rensselaer Polytecnich Institute al explicar que antes de 2020 se podrá obtener del mar agua potable de forma barata.

Crispin Tickell, científico inglés que predijo hace más de treinta años el calentamiento global, afirmó recientemente que «ve el futuro con cierto optimismo… porque los seres humanos somos inteligentes a la hora de identificar amenazas y el carácter global de las nuevas tecnologías facilita la colaboración humana”.

«Además –continúa Tickell- la mayoría de las soluciones a nuestros problemas son bien conocidas. Lo malo es que no las ponemos en práctica hasta el último minuto…»

Y dejo una última reflexión de Tickell cuando dice que «la vida, desde el fondo de los océanos hasta la atmósfera, es muy resistente…»

2015, 2020, 2030, 2040… ¡Están al alcance de la mano!

Nuestros niños de dos, tres, cuatro… años entonces estarán en su plenitud… ¡Y les quedarán tantos años por vivir…! Sí creo que podrán vivir cien años.

Y creo que, con su trabajo y una nueva ética global, contribuirán a que el planeta Tierra sea vivible. Y no sólo para ellos si no también para tantos millones de seres humanos que, en algunos lugares de la tierra, sobrevivir hoy es ya un milagro.

¿Seremos capaces de preparar a nuestros hijos y nietos para que construyan ese futuro, SU futuro?

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Ni miedo, ni pereza, ni vergüenza…

Tres palabras que sintetizan lo que debería ser el modo de SER y de ESTAR en la vida.

Se las oí hace ya unos años a mi entrañable amigo Jaime Ordinas. ¡Y me las apropié! Pero con su permiso. En ellas basaba Jaime los principios de la educación de sus hijos. Y el tiempo le ha dado la razón.

Jaime Ordinas

Estas tres palabras son ahora la gasolina que mueve el motor de mi existencia. A través de ellas intento transmitir a mi familia, a mi equipo y a todos los que tengo cerca, la energía que contienen.

La vida se nos ha complicado. Ya nada es sencillo. Tenemos que aprender a adaptarnos a la incertidumbre del cambio perpetuo. Es lo que importa para mantener nuestra salud vital y mental.

En este momento la esperanza de vida en España ha superado los 80 años. Y sigue aumentando gracias a la tecnología, la medicina, la investigación, la genética… aunque, desgraciadamente, esto no ocurre en las cuatro quintas partes del mundo en las que, incluso, la esperanza de vida en algunos países ha descendido debido a las inaceptables condiciones de vida que padecen. Aunque de eso ya hablaremos.

Regresando a la vida que nos va a tocar vivir, tenemos que prepararnos para establecer NUEVAS pautas FÍSICAS, PSÍQUICAS y SOCIALES que nos permitan vivir cien años con un alto coeficiente de ilusión, optimismo y disfrute de los momentos de felicidad que nos regala cada día que amanece.

¿Quién puede creer que, con una esperanza de vida de cien años, la jubilación seguirá siendo a los 65 ó 67 años?

¡La educación que estamos dando a nuestros niños tiene que cambiar RADICALMENTE!

Tenemos que enseñarles a vivir TREINTA AÑOS MÁS de los que nos enseñaron a vivir a nosotros. Y digo «nosotros» no sólo refiriéndome a los nacidos en los cuarenta, los cincuenta, los sesenta o los setenta… ¡También incluyo a las nuevas generaciones que ahora mismo están casi saliendo de la adolescencia!

Ellos más que nadie son quienes tienen que aprender a REDISEÑAR sus vidas olvidando los obsoletos modelos que les estamos transmitiendo para que puedan APRENDER A VIVIR CIEN AÑOS sin miedo ni pereza ni vergüenza.

Porque, lo más probable es que, a lo largo de su vida, cambien de trabajo, de casa, de pareja, de familia, de ambiente social, de amigos, de ciudad, incluso de país… innumerables veces.

El cambio es tan veloz que no sé si dará tiempo…

Para empezar, los modelos educativos actuales ni se plantean esta REALIDAD INEXORABLE. O… ¿quizás me equivoco y ya forma parte de la reflexión y de la planificación estratégica del ministro de Educación, Sr. Gabilondo… y de los equivalentes responsables de Francia, Alemania, Italia o Estados Unidos…?

Y… ¿qué pasa dentro de las familias? ¿Se han planteado las mamás «treintañeras» que sus bebés pueden llegar a vivir, con muchas probabilidades, más de cien? ¿Qué modelo les van a transmitir? ¿Les servirá o tendrán que encontrarlo ellos solos?

Lo que nosotros hemos enseñado a nuestros hijos es muy parecido a lo que a nosotros nos enseñaron nuestros padres y a nuestros padres nuestros abuelos. Pero antes la vida se parecía a sí misma. Ahora, cada diez años, se produce un cambio revolucionario… y pronto ese cambio será cada cinco…

¿Por dónde tendríamos que empezar?

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