-“Acabo de llegar de los Estados Unidos -me cuenta mi amigo Tomás comiendo mano a mano en un restaurante- He comprado un piso en Boston ¡y me ha salido más barato que aquí, en Madrid…!”
-«¿Qué me dices? ¿Lo has hecho como inversión?» le pregunto.
-«Se puede decir que sí aunque… no en el sentido de inversión para alquilarlo o revenderlo. No. Lo he hecho como una inversión en reciclaje y masterización.”
-«¿Reciclaje y masterización….?»
Tomás deja los cubiertos en el plato mientras el camarero nos sirve vino. Levanta luego la copa, le da un pequeño sorbo y me dice sonriente:
-«Boston es la ciudad con las mejores universidades para reciclarse o hacer un master… ¡Reciclaje y masterización! ¿Lo pillas?»
-«Ya» le respondo atónito sin entender por dónde van los tiros.
-«No es que yo me vaya, a estas alturas, a estudiar a Boston ¡pero mis hijos sí irán! Ahora tienen 13 y 15 años, pero cuando tengan que ir, irán.»
-«Y… ¿no es más normal, pregunto, que, cuando vayan, se metan en una residencia de estudiantes o en una familia como hacen la mayoría de los estudiantes?»
Tomás hace una pausa, bebe otro sorbito de vino y continúa:
-«Mira. Yo creo que la formación de tus hijos es la mejor inversión y ese piso que he comprado en Boston me va a facilitar que, cuando llegue el momento, mis chicos elijan unos estudios que puedan cursar en Estados Unidos. Yo quiero que se formen allí.»
Tomás es una persona con ideas claras. Y, además, pone los medios para alcanzar sus propósitos. No vacila. Que tenga o no tenga razón es opinable aunque no discutible. Sus decisiones son contundentes y buscan el mejor propósito. Ojala que sus hijos estén de acuerdo con lo que su padre hace pensando en lo mejor para su futuro…
Algo parecido, pero desde otra visión muy diferente, le ocurrió a mi amigo Eduardo.
A su hijo mayor se le veía desde pequeño que estaba dotado para el golf. El empeño de su padre era que se ganara la vida como profesional del golf y participara en los grandes slams internacionales.
-» De todas formas, Eduardo – le comentaba yo- tu hijo tendría que tener otra formación, otros estudios, para estar mejor preparado…»
-«No. No los va a necesitar. Con que aprenda inglés es más que suficiente. Lo que tiene que hacer es entrenar y concentrase en el golf. Esa va a ser su vida. Si, por ejemplo, gana un premio en los Estados Unidos y le recibe el Presidente ¿de qué crees que le hablará? ¡Pues de golf! Así que no necesita otra cosa que ser un gran jugador de golf y saber inglés…»
Está muy bien todo el empeño que pongan los padres en lo que creen que es mejor para el futuro de sus hijos. Pero a veces no tienen muy en cuenta qué es lo que ellos quieren hacer de sus vidas…
En estas cosas, como en tantas otras, no es fácil acertar.
Un pedagogo, cuyo nombre no recuerdo, cuando le preguntaron en una entrevista sobre lo que los padres debían tener en cuenta para orientar la educación de sus hijos, respondió:
-«¡No se tienen que preocupar! Lo hagan como lo hagan siempre lo harán mal…»