«Buenas noches. Les habla el Comandante. Bienvenidos a bordo. Lamentamos el retraso debido a la llegada tarde del avión anterior.»
La culpa del avión… Ya…
Pero bueno, señor Comandante, ¿por qué nadie da alguna explicación sobre las razones que hacen que lleguen tantas veces tarde los vuelos anteriores? ¿Y de la impredecibilidad de salir o llegar puntual en una enorme cantidad de vuelos?
Silencio de Iberia. Silencio en los medios de comunicación. Silencio de los responsables políticos. Silencio que oculta sospechosas ineficacias, conjuros, o complicidades que vaya usted a saber. La sensación de desidia y descontrol es agobiante.
Nuestro transporte aéreo es otro símbolo más del desmadre de País en el que nos hemos convertido. Todo parece que está manejado como por manos negras que desbaratan el normal suceder de las cosas. Desde el mundo de las finanzas hasta el de la aeronáutica.
Uno pensaba que, con la entrada del nuevo gobierno, habría un período de tregua por parte de las «fuerzas» que pilotan nuestra línea aérea de referencia. Pero no.
De verdad que cosas como estas hacen aún más difícil trabajar y salir adelante en estos tiempos convulsos.
¿Qué ocurriría si hiciéramos huelga los empresarios, los emprendedores, los directivos y los viajeros en general contra los señoritos pilotos, las compañías aéreas, AENA o la madre que los parió?
¿A quién reclamamos los pasajeros el tiempo perdido, las reuniones anuladas, el gasto de teléfono para demorar el comienzo de una conferencia o de un curso a pesar del margen que has previsto? ¿Y las consecuencias de la pérdida de un enlace con el siguiente vuelo? ¿Y el estrés, y el dolor de estómago, y la pérdida de negocio y de la serenidad interior?
Casi todas las semanas tomo el avión dos o tres veces y es raro que algún vuelo se acerque a algo parecido a la puntualidad. Al salir o al llegar.
¡Curiosamente estos últimos días he tenido más suerte…! Aunque uno ya piensa: «Esto no es normal. ¿Qué se estará fraguando…?»
Final de verano. Vuelo de Madrid a San Sebastián. Todo el pasaje embarcado. Nada se mueve. Los minutos pasan. Sube la temperatura dentro de la cabina. La azafata sonriente empieza a repartir vasitos de cartón con agua. La voz del comandante interrumpe la impaciencia:
«Siento comunicarles que el vuelo ha sido cancelado. El espacio aéreo en torno al aeropuerto de Biarritz, que afecta al aeropuerto de San Sebastián, está cerrado a causa de una exhibición aérea. Les rogamos que desembarquen y regresen a la terminal.»
¡Qué vocerío!
«A mí no me sacan del avión. Que dé la cara el piloto. ¡Cabrones! Llevamos esperando 45 minutos en este horno. ¿Y ahora se enteran de la exhibición aérea? ¿Pero quién manda en esta mierda? ¿Se puede cancelar por esto un vuelo con un horario súper previsto? ¿Y por qué me han vendido el billete? ¡Ladrones!»
Vamos a ver. Estas cosas de las exhibiciones aéreas ¿no se preparan y se anuncian con tiempo? Y los controladores aéreos… ¡en fin! Que me caliento… ¡Qué desmadre! No se puede soportar que nos maltraten de tan malvadas maneras a los impotentes ciudadanos.
¿Qué manos manejan los hilos?
Hace poco más de una semana, después de llegar a la puerta de embarque en la T4 y ver cómo cambiaba la pantalla y anunciaba el consiguiente retraso, al cabo de un rato desaparece ese anuncio. En blanco la hora. Ausencia de información. Pasan interminables minutos, más de 40 seguro y, finalmente, con ni sé ya con cuánta impaciencia y llamadas diciendo “voy a llegar tarde…”, “atrasad la reunión si podéis…”, “ya avisaré cuando embarque…”, por fin aparece alguien, caminando sin prisa, que se sienta detrás del mostrador y empieza el embarque.
Sentados ya en nuestros asientos oímos por la megafonía:
«Buenas tardes. Les habla el comandante. Lamento el retraso debido a que no había personal disponible para acudir a la puerta de embarque…»
Era como decirnos: «¡Oigan! No piensen ustedes que siempre somos los pilotos los que tenemos la culpa…» Alguien la tendrá.
La cuestión es que así no llegamos a ninguna parte. Cuando más hay que empujar para no perder el tren del futuro, parece que todavía hay quien encuentra razones para exigir “derechos”, sin enterarse del tsunami que lo está cambiando todo.
Podemos suicidarnos poco a poco… o tomar una actitud de empuje, de trabajar para ser mejores y más eficientes.
El 2020 está a vuelta de la esquina ¿verdad?
Un estudio que ha presentado Telefónica, y cuyo vídeo podéis ver en http://www.youtube.com/watch?v=08uZ3-Wg8FE , dice que de aquí al 2020, en tan sólo 8 años, el 64% de los nuevos empleos se desarrollarán en Asia. En Europa sólo el 1.8%…
Más o menos pronto, podrán ocurrir cosas como que alguna compañía china de “low cost” invada nuestro mercado aeronáutico y ya no será cosa de hacer huelgas de pilotos sino de emigrar para poder pilotar aviones… ¡asiáticos!
Para que mi mente tenga sosiego y pueda mirar de frente a ese futuro que me provoca y me apasiona, me estoy pasando al tren… a pesar de tener la «tarjeta oro» de Iberia, que no me sirve para arreglar la impredecibilidad de los vuelos.
¡Qué puntualidad la del tren, qué relax, que siestitas tan placenteras, qué servicio a bordo, qué bien para leer, para pensar, para anotar ideas con mi ordenador…! Hasta apetecería que el viaje fuera más largo.
Un viejo slogan de RENFE decía: «Papá, ven en tren.»
Así tendrá que ser, si «alguien» no remedia lo de volar.