Tres palabras que sintetizan lo que debería ser el modo de SER y de ESTAR en la vida.
Se las oí hace ya unos años a mi entrañable amigo Jaime Ordinas. ¡Y me las apropié! Pero con su permiso. En ellas basaba Jaime los principios de la educación de sus hijos. Y el tiempo le ha dado la razón.
Estas tres palabras son ahora la gasolina que mueve el motor de mi existencia. A través de ellas intento transmitir a mi familia, a mi equipo y a todos los que tengo cerca, la energía que contienen.
La vida se nos ha complicado. Ya nada es sencillo. Tenemos que aprender a adaptarnos a la incertidumbre del cambio perpetuo. Es lo que importa para mantener nuestra salud vital y mental.
En este momento la esperanza de vida en España ha superado los 80 años. Y sigue aumentando gracias a la tecnología, la medicina, la investigación, la genética… aunque, desgraciadamente, esto no ocurre en las cuatro quintas partes del mundo en las que, incluso, la esperanza de vida en algunos países ha descendido debido a las inaceptables condiciones de vida que padecen. Aunque de eso ya hablaremos.
Regresando a la vida que nos va a tocar vivir, tenemos que prepararnos para establecer NUEVAS pautas FÍSICAS, PSÍQUICAS y SOCIALES que nos permitan vivir cien años con un alto coeficiente de ilusión, optimismo y disfrute de los momentos de felicidad que nos regala cada día que amanece.
¿Quién puede creer que, con una esperanza de vida de cien años, la jubilación seguirá siendo a los 65 ó 67 años?
¡La educación que estamos dando a nuestros niños tiene que cambiar RADICALMENTE!
Tenemos que enseñarles a vivir TREINTA AÑOS MÁS de los que nos enseñaron a vivir a nosotros. Y digo «nosotros» no sólo refiriéndome a los nacidos en los cuarenta, los cincuenta, los sesenta o los setenta… ¡También incluyo a las nuevas generaciones que ahora mismo están casi saliendo de la adolescencia!
Ellos más que nadie son quienes tienen que aprender a REDISEÑAR sus vidas olvidando los obsoletos modelos que les estamos transmitiendo para que puedan APRENDER A VIVIR CIEN AÑOS sin miedo ni pereza ni vergüenza.
Porque, lo más probable es que, a lo largo de su vida, cambien de trabajo, de casa, de pareja, de familia, de ambiente social, de amigos, de ciudad, incluso de país… innumerables veces.
El cambio es tan veloz que no sé si dará tiempo…
Para empezar, los modelos educativos actuales ni se plantean esta REALIDAD INEXORABLE. O… ¿quizás me equivoco y ya forma parte de la reflexión y de la planificación estratégica del ministro de Educación, Sr. Gabilondo… y de los equivalentes responsables de Francia, Alemania, Italia o Estados Unidos…?
Y… ¿qué pasa dentro de las familias? ¿Se han planteado las mamás «treintañeras» que sus bebés pueden llegar a vivir, con muchas probabilidades, más de cien? ¿Qué modelo les van a transmitir? ¿Les servirá o tendrán que encontrarlo ellos solos?
Lo que nosotros hemos enseñado a nuestros hijos es muy parecido a lo que a nosotros nos enseñaron nuestros padres y a nuestros padres nuestros abuelos. Pero antes la vida se parecía a sí misma. Ahora, cada diez años, se produce un cambio revolucionario… y pronto ese cambio será cada cinco…
¿Por dónde tendríamos que empezar?