La mala educación 2.0

En el colegio de curas en el que estuve interno, nos leían un librito que se titulaba «El muchacho bien educado». Supongo que en los colegios de chicas tendrían una publicación equivalente…

¡Conservo el librito! Es como una reliquia escrita con aquel estilo de «nacionalcatolicismo», vigente hasta bien entrados los sesentas. Pero me sirvió para aprender a moverme por la vida «educadamente» y enseñar a hacerlo a mis hijos.

Claro que algunas de aquellas «normas de urbanidad» han quedado trasnochadas pero la esencia de «la buena educación» sigue ahí.

«Sería descortés que, mientras te están hablando, te ocuparas de leer, escribir o mirar a cualquier parte. Deberás prestar al que habla la misma atención que te gustaría guardaran a tus palabras cuando estás hablando».

Observo en conferencias, seminarios y otros eventos a muchos asistentes twitteando y retwitteando frenéticos, sin mirar al ponente y como queriendo batir un nuevo “récord 2.0.”.

-«¡He hecho 11 tweets y me han retwitteado 22!»

¡Algunos conferenciantes están encantados de comprobar que su intervención ha producido muchos tweets! Es la nueva medida de su éxito.

Yo, qué quieres que te diga, prefiero cuando hablo sentir la mirada de la gente. Necesito su proximidad, comunicarme con ellos, modular su atención y su sonrisa. Ver si consigo que algo se les mueva dentro. Y luego que me hagan muchas preguntas. Que me provoquen. Y si tienen algo que contar sobre la charla, que lo twitteen luego.

Últimamente he discutido bastante sobre el twitteo durante las conferencias.

Mi reflexión es que resulta poco considerado con el ponente y, además, rompe la concentración en la charla. Es una opinión que tiene sus discrepantes…

Para comprobar si estaba muy desatinado hice «la prueba del algodón» en un congreso: en vez de tomar, «as usual», apuntes en mi Moleskine, me puse a twittear algo que estaba escuchando.
Mientras escribía los 140 caracteres de mi tweet, el auditorio estalló en una carcajada. ¡Qué pena! Me lo había perdido; como ese gol que grita la gente en el campo mientras tú estás distraído mirando al tendido…

Noel Clarasó, en su «Enciclopedia de la cortesía» dice:

«Sólo se da la impresión de que se escucha bien si se está verdaderamente pendiente de lo que el otro dice».

¿Han cambiado el uso de las redes sociales las normas básicas de la buena educación? ¡NO!

A parte de lo opinable que sea considerar o no una descortesía el twittear en una conferencia, lo que sí es una falta de educación sin «paliativos 2.0» es enredar con el móvil en Facebook o enviando tweets, sms, o lo que sea en medio de una reunión, o en una comida, o tomando copas con los amigos…

¡No hay tecnología ni redes sociales que valgan!

Y a propósito de esto, y para darle a la cuestión otro sesgo más científico, recomiendo la lectura de este artículo publicado en El País Semanal del 30 de enero 2011. http://bit.ly/hqYHj4 “Sin tiempo para pensar”.

Según el artículo, una investigación realizada por la Universidad de Stanford, ha probado que «los multitareas intensivos son menos productivos que el resto. Se vive una crisis de atención que tiene el potencial de borrar la concentración y el pensamiento productivo».

Tiene gracia que cuando comentas esto con algunas mujeres te dicen:

«Eso no va con nosotras. Sois los hombres los que no podéis hacer varias cosas a la vez… ¡Nosotras somos “nativas multitarea”!

En parte tienen razón… aunque el profesor Clifford Nass, uno de los autores del estudio, dice:

«Los multitarea creen que son buenos haciendo varias cosas a la vez, pero el estudio los contradice».

No queda claro que ese «los multitarea» incluya también a «las multitarea»… aunque el estudio demuestra que «cuando la gente salta de una tarea a otra se produce un goteo de eficiencia mental».

En cualquier caso, además de esos efectos perversos sobre nuestro cerebro, la «mala educación 2.0» por el mal uso social de las tecnologías, afecta por igual a los «los» y a las «las»… Observa y verás.

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