Piénsalo.
Me lo dijo hace años una mujer con esa sabiduría que da mirar con detalle la Vida y a la gente.
La experiencia, quizás, no sea otra cosa que observar lo que sucede -y nos sucede- y sacar conclusiones.
Así debería trabajar el laboratorio de la vida. Experimentando y deduciendo consecuencias.
Así descubrió el hombre primitivo el efecto contundente de un palo. Y siguió experimentando. Y aprendiendo.
En realidad construimos lo que somos hoy y seremos mañana en función de lo que aprendimos ayer y de las deducciones, buenas o malas, que derivemos de nuestras experiencias.
No parece que todos los humanos seamos igualmente capaces de aprender de esas experiencias. Por eso se dice que el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra…
Aprender de nuestras actuaciones es esencial pero también enseña mucho mirar atentamente a nuestro alrededor. Lo que ocurre es que nos movemos por el mundo empujados por LAS EMOCIONES. Y las emociones pueden cegarnos. O darnos luz, si sabemos encaminarlas.
«Inteligencia emocional» es un gran concepto que Daniel Goleman divulgó en su inagotable libro publicado en 1995.
Esa rara habilidad de «usar las emociones con inteligencia» afirma Goleman que se puede aprender y LA EXPERIENCIA DEMUESTRA que resulta de enorme utilidad.
Las emociones tienen vida propia pero es posible orientarlas ¡o al menos intentarlo! para que «no nos hagan tomar decisiones que nos perjudiquen».
Hoy la intuición es también un valor en alza. De hecho hay expertos profesores que enseñan a empresarios a usar la intuición. Pero la intuición procesa impulsos, emociones, sensaciones, instintos… y experiencias.
En la sucesión interminable de encrucijadas en las que nos pone la vida siempre nos vemos obligados a optar. Ante esa elección inevitable, la única información de que disponemos muchas veces es la intuición, el «olfato», el instinto, las emociones… y la experiencia, que, de una u otra forma, se entremezcla con los otros factores. Para bien o para mal, como ya hemos dicho…
¿Cuál de estos caminos elijo?
¿A dónde me lleva cada uno?
¿Cuál tiene una salida de emergencia si me equivoco?
¿Cuál me conviene?
¿Cuál me puede llevar a donde, realmente, no quiero ir?
-«Hay gente que no mide las consecuencias de sus propios actos». Una frase hecha pero muy cierta. Lamentablemente no siempre somos conscientes de las repercusiones de lo que hacemos. Por eso hay que reflexionar. Y si alguien te dice: – «Eres un egoísta. Debes pensar primero en los demás», aunque parezca cínico, no sigas ese consejo al pie de la letra porque es insano y tiene trampa…
Piénsalo bien para que no tomes ninguna decisión que te perjudique…
2 comentarios
Querida Marta,
gracias por tu respuesta. Menciono dos conceptos que tu citas, ser conscientes y ser uno mismo. Las dos cosas significan pensar, reflexionar, no precipitarse, saber a dónde vamos a ir. A las emociones a veces hay que «sujetarlas» un poquito… ya charlaremos sobre ese y otros temas..
Abrazos,
Juanjo.
gran asunto el de la toma de decisiones, Juanjo. Muy profundo por los condicionamientos de la sociedad en la que estamos, es decir, en el sistema capitalista el individuo tiene la oportunidad de triunfar por sus propios méritos: tenemos la posibilidad de tener un fin por el cual luchar y el que a veces poder alcanzar y aparece el concepto de la ‘responsabilidad’ no existente en épocas anteriores..es decir, lo más importante: la parición de la consciencia y confianza en el ‘yo’ para poder tomar decisiones. Pese a esto tan positivo, aparece también el ‘individualismo’: Lo que hace cada individuo y cómo lo hace, si tiene éxito o
no, ya es asunto suyo. es decir, que desgraciadamente algunas veces este optimismo en la independencia de la toma de decisiones muchas veces se transforma por el individualismo y la gran cantidad de información externa que condiciona, en inseguridad. la ñunica solución es siempre ser conscientes de ser ‘tu mismo’ el que toma la decisión, teniendo plena consciencia de tí mismo y con la convicción de poder solucionar y seguir actuando si se toma la decisión incorrecta, de la misma manera que se ha tomado la decisión: es decir, sentirse libres plenamente en la toma de deciones, sentirse absolutamente libres para equivocarnos y sentirse plenamente libres en la busqueda de la solución.