«Las redes sociales son para cuidar al cliente, no para vender» Juanjo Azcárate (Diario Vasco) (PDF 5.18 Mb) |
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La mala educación 2.0
En el colegio de curas en el que estuve interno, nos leían un librito que se titulaba «El muchacho bien educado». Supongo que en los colegios de chicas tendrían una publicación equivalente…
¡Conservo el librito! Es como una reliquia escrita con aquel estilo de «nacionalcatolicismo», vigente hasta bien entrados los sesentas. Pero me sirvió para aprender a moverme por la vida «educadamente» y enseñar a hacerlo a mis hijos.
Claro que algunas de aquellas «normas de urbanidad» han quedado trasnochadas pero la esencia de «la buena educación» sigue ahí.
«Sería descortés que, mientras te están hablando, te ocuparas de leer, escribir o mirar a cualquier parte. Deberás prestar al que habla la misma atención que te gustaría guardaran a tus palabras cuando estás hablando».
Observo en conferencias, seminarios y otros eventos a muchos asistentes twitteando y retwitteando frenéticos, sin mirar al ponente y como queriendo batir un nuevo “récord 2.0.”.
-«¡He hecho 11 tweets y me han retwitteado 22!»
¡Algunos conferenciantes están encantados de comprobar que su intervención ha producido muchos tweets! Es la nueva medida de su éxito.
Yo, qué quieres que te diga, prefiero cuando hablo sentir la mirada de la gente. Necesito su proximidad, comunicarme con ellos, modular su atención y su sonrisa. Ver si consigo que algo se les mueva dentro. Y luego que me hagan muchas preguntas. Que me provoquen. Y si tienen algo que contar sobre la charla, que lo twitteen luego.
Últimamente he discutido bastante sobre el twitteo durante las conferencias.
Mi reflexión es que resulta poco considerado con el ponente y, además, rompe la concentración en la charla. Es una opinión que tiene sus discrepantes…
Para comprobar si estaba muy desatinado hice «la prueba del algodón» en un congreso: en vez de tomar, «as usual», apuntes en mi Moleskine, me puse a twittear algo que estaba escuchando.
Mientras escribía los 140 caracteres de mi tweet, el auditorio estalló en una carcajada. ¡Qué pena! Me lo había perdido; como ese gol que grita la gente en el campo mientras tú estás distraído mirando al tendido…
Noel Clarasó, en su «Enciclopedia de la cortesía» dice:
«Sólo se da la impresión de que se escucha bien si se está verdaderamente pendiente de lo que el otro dice».
¿Han cambiado el uso de las redes sociales las normas básicas de la buena educación? ¡NO!
A parte de lo opinable que sea considerar o no una descortesía el twittear en una conferencia, lo que sí es una falta de educación sin «paliativos 2.0» es enredar con el móvil en Facebook o enviando tweets, sms, o lo que sea en medio de una reunión, o en una comida, o tomando copas con los amigos…
¡No hay tecnología ni redes sociales que valgan!
Y a propósito de esto, y para darle a la cuestión otro sesgo más científico, recomiendo la lectura de este artículo publicado en El País Semanal del 30 de enero 2011. http://bit.ly/hqYHj4 “Sin tiempo para pensar”.
Según el artículo, una investigación realizada por la Universidad de Stanford, ha probado que «los multitareas intensivos son menos productivos que el resto. Se vive una crisis de atención que tiene el potencial de borrar la concentración y el pensamiento productivo».
Tiene gracia que cuando comentas esto con algunas mujeres te dicen:
«Eso no va con nosotras. Sois los hombres los que no podéis hacer varias cosas a la vez… ¡Nosotras somos “nativas multitarea”!
En parte tienen razón… aunque el profesor Clifford Nass, uno de los autores del estudio, dice:
«Los multitarea creen que son buenos haciendo varias cosas a la vez, pero el estudio los contradice».
No queda claro que ese «los multitarea» incluya también a «las multitarea»… aunque el estudio demuestra que «cuando la gente salta de una tarea a otra se produce un goteo de eficiencia mental».
En cualquier caso, además de esos efectos perversos sobre nuestro cerebro, la «mala educación 2.0» por el mal uso social de las tecnologías, afecta por igual a los «los» y a las «las»… Observa y verás.
Facebook te pregunta qué estás pensando, no qué estás haciendo…
– “Metiendo a los niños en la cama.”
– “De compras con las amigas.”
– “De camino a Valencia y lloviendo.”
– “Desvelado…”
Ya hay expertos que anuncian la saturación de las redes sociales antes de que se hayan consolidado como soporte de publicidad. A la tele le llevó más de 20 años aburrirnos…
Yo, y no soy el único, empiezo a sentirme abrumado por el torrente de comunicación que diariamente tengo que gestionar en Facebook, Linkedin, Twitter…
La información útil que descubro es enorme… pero también la basura de mensajes sin sentido, sin interés, sin nada que decir… ¡Y pido perdón por si yo he cometido o cometo el mismo error!
Para no contribuir más a la generación de tanto desparrame quisiera, humildemente, escribir o retwittear cosas que puedan aportar algún interés social, económico, digital, innovador, tecnológico, humano, educativo… que ayuden a las personas a mejorar. ¡Ojalá lo consiga en una gran parte de las ocasiones!
No sé a otras personas cuánto tiempo les ocupa cada día estar presentes y seguir lo que ocurre en las redes sociales. A mí, el recorrer los mensajes para separar el grano de la paja, me supone muchos, muchos minutos que tengo que quitar de alguna de mis actividades… o de los ratos de descanso… ¡Genera bastante stressss!
A lo que sacan de nosotros las tecnologías con el móvil, el portátil, el iPad… estirando nuestra vida profesional 365 días al año, ahora se han añadido las redes sociales que, por otra parte, son inevitables. Llega un momento en que tu mujer te dice:
– «¡Ya sólo te falta estar contestando emails con la Blackberry en el cine…!»
Escribir un mensaje bien estructurado, y más si sólo tiene 140 caracteres como en Twitter, no se puede hacer de cualquier manera y ¡allá va eso!
¿Es tan difícil ponerse en el lugar del que lo va a recibir o leer? Debe serlo…
Hay demasiadas cosas que le gustan a quien las emite o las sube a Facebook… Pero no es fácil siempre responder con un «me gusta» sincero…
En fin, que estaría bien que pensáramos en la “polución ambiental virtual” que podemos estar introduciendo en las redes sociales generando un inútil consumo de tiempo y corriendo el riesgo de hacerlas «cansinas»…