Se enfrentó a ellas sin miedo ni pereza ni vergüenza. Como muchos de los abuelos de principios del siglo XX.
Con 19 años cruzó los Pirineos para evitar el servicio militar…Vivió en Francia, Inglaterra, Argelia y Bélgica. Fue un emigrante, como tantos otros, que puso los medios para salir adelante y encontrar un futuro.
Su vida estuvo llena de riesgo y aventura, alegría y sufrimiento, vacas gordas y flacas, optimismo y buen humor…
De él aprendí cosas que han inspirado mi vida.
– «Llegarás donde quieras llegar. Serás lo que crees que puedes ser. Casi todo va a depender de ti. No culpes a nadie. Tú eres quien ha de poner los medios y el esfuerzo…»
A los humanos, y más cuando somos jóvenes, nos cuesta darnos cuenta de las cosas. Y el tiempo se escapa, a veces, sin enterarnos de nada.
– «Quiero vivir la vida«, oyes decir a algunos quinceañeros que, todavía, no han entendido la cosa.
Bueno….yo también tuve mis quince años gilipollas. Tampoco entendí a la primera lo que mi abuelo me iba sembrando. Pero lo sembraba. Y lo regaba con estímulos. Por eso fue germinando.
Nunca me dijo «tonto», «inútil», «nunca harás nada», «con todo lo que nos sacrificamos por ti» «eres un vago…» NO. Nunca me dijo eso. ¡Todo lo contrario!
Muchas familias y muchos maestros desconocen o no saben utilizar los recursos positivos, tan efectivos para animar y empujar a la gente.
– «Eso de que fulanito ha tenido mucha suerte en la vida -decía mi abuelo- la mayoría de las veces tiene que ver con los medios que ha puesto para que esa suerte le llegue. Hay personas predestinadas a cuidar cerdos que se han convertido en grandes personajes y otros nacidos en buenas familias son unos desgraciados. ¡Nosotros construimos nuestra suerte!«
En España, una parte de la sociedad ha olvidado uno de los principios esenciales que construyen el progreso: la educación.
Los políticos, entretenidos en sus propios debates, no han caído en lo que estaba ocurriendo hasta que la contundencia de los datos les ha dicho que España es uno se los países más incultos de Europa.
Cuando nos ha ido bien y la economía tiraba, no hemos apretado y exigido lo suficiente a los jóvenes el sacrificio de estudiar y esforzarse.
Estábamos adormecidos en el confort de sentirnos ricos para siempre.
Ni la escuela, ni los maestros, ni los padres, ni el sistema en general han puesto las ganas y la pasión que hacen falta para estimular la necesidad de formarse.
¡Qué suerte tuve con mi abuelo! A él le sobraba pasión, inspiración y positivismo que son los recursos que sirven para hacer crecer a las personas.
Si emites pasión recibes pasión.
Creo que la sociedad y nuestros políticos han emitido aburrimiento y es lo que recogemos. Por eso nos va a costar más que al resto de la Unión europea salir de la crisis.
-«Cuando empiezas a plantearte que las cosas no van como quisieras– aseguraba mi abuelo-, cuando sientes que deberías cambiar ¡hazlo! Tu instinto te dice la verdad«.
Hoy más que nunca recuerdo a mi abuelo. Tenía razón. Se fue en 1979 pero su fuerza me acompaña siempre.