Ahora que Dios no existe… ¿qué vamos a hacer con las Almas?

Hawking, en su nuevo libro, dice que no existe la necesidad de Dios para justificar la creación.  
El de Hawking es un planteamiento contundente que va a revolver muchas cosas. ¡Y no hay una Inquisición que le pueda torturar para hacerle desistir de sus teorías!

La idea de Dios que niega Hawking afecta a todas las religiones. Algunas no harán ni caso. Otras es posible que hasta le persigan y lo sentencien por infiel… Sea como fuere, habrá un antes y un después de la afirmación de Hawking.

¡Menuda la que se estará armando en el Vaticano!

Cuando yo iba al colegio Dios era Dios, la Biblia y el Evangelio eran lo que eran y Adán y Eva nuestros primeros padres.

Luego uno va haciéndose preguntas: ¿Las primeras Almas se las puso Dios a Adán y a Eva? ¿Y en qué fase de la evolución de la especie humana podemos situar a Adán y Eva en el Paraíso?  ¿En Tournaï, hace 7 millones de años? ¿En el «Homo erectus» de hace 1 millón? ¿O cuando aparece el Homo Sapiens, hace tan sólo 150.000 años…?

Según la Biblia, Dios expulsó a Adán y a Eva del Paraíso por pecadores y los envió a la Tierra. ¡Ese sí fue un castigo ejemplar! En aquellos tiempos los meteoritos caerían sobre sus cabezas, las erupciones volcánicas eran catastróficas y los cambios climáticos brutales…

¿En qué lugar estaba aquel Paraíso, con serpientes, manzanos y preciosos paisajes mientras el Universo era un infierno de fuego y lava? A lo mejor resulta que la Biblia, en su relato metafórico, nos anticipa que el Paraíso se encontraba en otro planeta y no habíamos caído en cuenta.

¿Y si resulta que, efectivamente, hay vida en otras galaxias? En la película «Contact», de Robert Zemeckis, decían: «si sólo estamos nosotros en el Universo ¡cuánto espacio desaprovechado…!»

La realidad cierta y nada poética es que la especie humana, para sobrevivir, ha tenido que adaptarse a un entorno agresivo y cambiante en un Planeta sin terminar de hacer…

La especie humana ha aprendido tanto y tan de prisa que hoy conocemos, por el ADN mitocondrial, los cambios y mutaciones que ha experimentado nuestra especie.

Pero desde los siglos que nos han precedido, cuando el hombre y la mujer miramos las estrellas, sentimos la brisa al amanecer y abrazamos a nuestro hijo recién nacido, nos preguntamos:

-«¿Dónde está el que ha hecho posible todo esto?» Siempre hemos querido averiguar el porqué del milagro de la vida. ¿Para qué estamos aquí? ¿Quién inventó la EXISTENCIA?

La misma pregunta surge en África, Australia, Mongolia, China o América… La respuesta fue que alguien muy grande, que está más allá y que, de una u otra forma, llamamos Dios, lo ha creado todo.

Y los hombres pensaron que ese Dios tan genial tuvo que hacernos inmortales gracias a un ALMA que puso en nosotros. Por eso, gracias al ALMA, todas las religiones nos hacen la promesa de una vida después de la vida para regresar al Paraíso perdido.

Ahora llega Hawking y todo se va por la fregadera. Y las Almas de nuestros antepasados, y ese vagar de los espíritus, y el Purgatorio, el Cielo y el Infierno se pierden en la eternidad. Si no ha hecho falta Dios para crear todo esto, tampoco hay Alma que valga… ¿Qué hacemos ahora con nuestras ALMAS?

Veremos qué nos dicen ahora los que nos contaron que si éramos buenos pasaríamos a una vida al lado de Dios. ¡Algunos no creerán jamás a Hawking!

Lo que seguramente podremos hacer al morir, ya que somos “energía”, será transformarnos en una nubecita que sobrevuele a los seres que amamos…

Probablemente tiene razón Woody Allen, a propósito de su última película “Conocerás al hombre de tus sueños”, cuando dice que «la única forma de ser feliz es negar la realidad».

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¡Se terminó agosto! Ahora toca un poquito de sosiego…

¡Se terminó agosto! Ahora toca un poquito de sosiego...Se acabó el mes de agosto, ese mes rarito en el que se interrumpe el ciclo normal de los días.

Es igual que estés o no de vacaciones. Todo se altera. En tu empresa, en tu casa, en el gimnasio, en el aeropuerto, en el telediario…

Estoy deseando que llegue agosto y cuando llega nunca se acomoda a mis expectativas.
Si quieres trabajar, malamente porque no encuentras a nadie. Si quieres viajar, complicado porque todo está «completo» por tierra, mar y aire. Si quieres quedarte tranquilo en casa, imposible porque te lían con cenas, festejos y demás celebraciones…

– «Voy a ver si me tomo unos días para descansar, leer, escribir…». Hermoso plan inalcanzable.  

Mi familia, esa entrañable red social de abuelos, padres, hermanos, hijos, yernos, nueras, cuñados, suegros, consuegros, sobrinos, primos, nietos, amigos y demás parientes… ocupa durante el mes de agosto el centro neurálgico de la vida. Y no da tregua.  

Parece que me quejo… pero no me quejo, no sé si me explico….

Fernando Schwartz, embajador, presentador de TV y escritor, hacía esta dedicatoria  en una de sus novelas: «A mi familia, sin cuya contribución, este libro hubiera visto la luz mucho antes». 

La familia devora un montón de intimidad. Con ella no puedes estar a la misa y a las campanas. Obliga a una intensa dedicación.

El dilema es que, cuando no la tienes, la echas de menos y cuando te sumerges en ella, estás deseando quedarte a tus anchas. 

Ni contigo ni sin ti
Mis penas tienen remedio
Contigo porque me matas
Y sin ti porque me muero

En este mes de agosto he atrapado inolvidables e irrepetibles instantes en fotos y videos llenos de alegría. Pero dentro del corazón sentía ese toque de melancolía que da el saber que las risas de los niños, sus juegos, sus expresiones… y la vida de todos los que giramos a su alrededor, no volverá a ser igual. ¡Todo transcurre tan deprisa! A veces detendríamos el tiempo.

 En conclusión: he vivido un agosto en la dualidad entre el disfrute de ratos entrañables en familia y ese qué bien me vendría un poco de soledad, de sosiego, de tiempo para mí mismo. 

 Hay personas que no saben estar solas. A mí me encanta. Y lo necesito.

Ahora, en septiembre, cuando cada mochuelo vuelva a su olivo y la vida retome su normalidad, voy a buscar MI tiempo. Y no me sentiré culpable ni tendré mala conciencia. ¡Me toca!

Ayer, 31 de agosto, un amigo me decía: -«¡Qué bien! Mañana al despacho y ¡a descansar de familia…!»

Es un poco locura esta vida, ¿no crees? O… ¿será agosto lo que nos trastorna?

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¡Sonríe, por favor! No pongas esa cara…

Hoy he llevado unos zapatos a arreglar, he ido a sacar copias en papel de las fotos del IPod, he comprado unos vaqueros de rebajas, he estado en la Fnac y he encontrado el DVD de «E.T.». Luego he tomado en un bar un pincho de huevo con gamba y una cervecita…

Total, que he pasado una estupenda mañana de agosto haciendo lo que me ha dado la gana y llevando la sonrisa puesta.

¡La gente necesita sonrisas! Tenemos que sonreír. Repartir sonrisas. A todas horas, en todas partes, en cualquier circunstancia. Incluso al municipal que te agarra «in fraganti» hablando por el móvil mientras conduces…

¡Sonríe, por favor! Las sonrisas devuelven sonrisas.

Y si acompañas tu sonrisa de unas palabras amables, incluso halagadoras, mucho mejor.

Cuando le dices a la persona que te ha atendido en una tienda, o incluso por teléfono, algo así como «mil gracias; eres un encanto», dejas en su corazón esa chispita de felicidad que arregla un mal día y que le ayuda, además, a ser mejor. Un sencillo reconocimiento es un gran premio,  un estímulo para nuestra seguridad personal y profesional. 

     – “Es que soy muy tímido. Me da como vergüenza… No me sale decir cosas agradables a la gente”.

Lo puedo entender. Pero esa timidez es algo que se supera superándose ¡Inténtalo! Hazme caso. Practica la sonrisa y la amabilidad. Sus efectos son inmediatos. Lo notarás en ti mismo y en los demás.

Es tan fácil que parece mentira. No sé cómo tantas personas van por la vida con el ceño entre paréntesis, agrios de expresión, serios y exigentes, metiendo bronca por cualquier cosa…  No han entendido nada. O es que su debilidad emocional es tan fuerte que les delata.

También es posible que sea cosa de educación. De ausencia de buena educación quiero decir. O sea, carencia del conocimiento de los principios, universalmente reconocidos, sobre lo que hace crecer las buenas relaciones entre las personas.

En algunas culturas, como en algunas familias, la simpatía y la amabilidad brillan por su ausencia.  En cambio practican la severidad, la rigidez, la cortedad, la intolerancia…

A mi la vida me demuestra cada día el inmenso poder de las sonrisas. Con ellas se logra hasta lo que parece imposible. Puedo afirmarlo.

De lo contrario, de la sequedad y de las malas formas, sé que a veces también funciona, pero la experiencia demuestra que, a la larga y a la corta, da mucho peor resultado.  Puedo afirmarlo igualmente.     

En fin. Hoy he hecho, sonriendo, esas cosas que apetece hacer de vacaciones. Y he regresado a casa, además, con regalo de muchas sonrisas.

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